Prólogo de Enrique Falcón

Prólogo de Enrique Falcón
Editorial Cocó. Serie CYAN

martes, 31 de enero de 2012

La mujer desnuda de Hooper

El pasado viernes viví una de las experiencias poéticas más intensas (y mira que he vivido unas cuantas ya) desde que hace ahora cuatro años comencé a recitar en bares, librerías y tabernas. Las compañeras Rosa Trujillo y Mª José Vioque, que coordinan las tardes poéticas en la librería Hojablanca de Toledo, me invitaron a compartir con ellas y con un buen número de poetas toledanxs los versos de mis Corazones de Manzana. Ya en sí esta invitación me llenó de gozo. Se trataba de que los poetas toledanos (así me llamaron ya y yo no cabía en mí de orgullo, es lo que tiene la adopción de esta encantadora de estrellas y nubes que es Toledo) que habíamos sacado libro en 2011 diéramos a conocer nuestros poemas.





A algunos los conocía ya, a otros no y fue un inmenso placer conocerles y escucharles. La cueva de Hojablanca estaba a rebosar de público adicto, un público que demostró un cariño y un calor como pocos. Comenzó dándonos la bienvenida Rosa, con su preciosa hija dando piruetas de mariposa a su alrededor, y le pasó la palabra a Enrique Galindo. Un gran poeta, narrador de cuentos y pintor que demostró también ser un buen presentador. Hizo un simpático semblante de los que íbamos a leer esa tarde -a mí me llamó cruzada de la poesía, así que a partir de ahora no puedo evitar verme como un soldado que en lugar de espadas esgrime palabras y en lugar de escudo tiene un libro-.
Comenzó leyendo Marina Riaño quien, además de buena poeta y excelente rapsoda lleva la programación poética del Círculo del Arte. Marina recitó un poema suyo para luego coger mis Corazones y, siguiendo la sabia recomendación de Rosa, leer el poema La acequia de chocolate, que tanto gusta a mi editor. Bueno, jamás, jamás, había oído ese poema hasta que lo leyó Marina.

 
 Marina Riaño

Me emocionó hasta la médula, a partir de ahí, fue todo muy confuso. Hubo otros poetas y gente del público que escogieron poemas míos para leer y con cada una de sus lecturas, mi corazón se ensanchaba más y más. Tuvieron que atarme con un cordel de seda para que no saliera volando de la librería.
Tras Marina, Manuel Palencia, hizo un divertido guiño a la poesía actual improvisando sobre la marcha un poema sobre cómo había pasado el día. También leyeron de sus libros, Enrique Galindo y Lola Alonso.

Manuel Palencia

Vicenta fue una de las personas del público que se animó a leer nuestros poemas.

La joven poeta Lola Alonso

Me llegó el turno y, tras pensármelo mucho, decidí no leer el poema que llevaba preparado sino mi poema favorito, aquel que más me gusta, que no está recogido en Corazones de Manzana y cuya lectura siempre me desnuda hasta un punto, a veces, vergonzante. Pero Enrique nos había casi ordenado que nos desolláramos y eso hice.


Leí, pues, La Ronda...


Al terminar el recital y después de firmar un buen número de ejemplares (Si queréis el libro ya solo quedan unos cuantos ejemplares en Hojablanca, así que a por él), nos fuimos a un recoleto y encantador bar que hay tras la catedral. El Último... Allí Ángel, el compañero de Rosa, me dijo algo que voy a guardar atesorado como una señal. Me dijo que mi poesía le hizo viajar hasta los cuadros de Edward Hooper. "Tiene varios cuadros que me vinieron a la mente mientras leías tu poema, fueron algunos donde se manifiesta una naturaleza salvaje y distante y una presencia humana reservada e íntima. Es una impresión muy personal, tal vez sesgada por mi pasión por este pintor". Hoy, buscando alguna de esas imágenes para ilustrar esta crónica, me he encontrado un texto de mi amiga y gran poeta Carla Badillo identificándose con la mujer desnuda de Hooper. De nuevo, una señal. También he encontrado algunos cuadros que me recuerdan a otros poemas míos... Ahí van, pues: cuadros y poemas.

LA RONDA (fragmentos publicados en la revista Tendencias 21, de Yaiza Martínez)



Hay un bicho negro y alargado en la esquina del techo. Inmóvil en la penumbra: observa el lujurioso despertar de la niña que corre a la nevera de madrugada. Impulso de titanes y abre torpe, silenciosa el tarro de los piñones. Contados por la madre hormiga. El mismo ejercicio de buscar la piedra más grande, la misma con la que los chicos destrozaban sus ansias sobre el acantilado. Y abrir el tarro con un golpe en medio de la noche. Y compulsiva, engullir los piñones contados, como lo hacías junto a él en la cabaña de escombros, más allá del camino. En la pinada sucia.

No deberías apresurarte,
Nunca el destino fue una
cabaña en el centro del bosque,
vagar por pinadas umbrías,
vuelo amarillo sobre campos de trigo

Las piñas maduran en dos años
A veces sólo lo hacen tras un incendio
no es tiempo aún, no sabremos llegar sin el azar,
una errancia o una escucha,
una abisal mirada, un desvivirse
para no dejarse vivir por las brisas
Tan cerca y el encuentro
depende del viento
Tan lejos: voluntad de aire
No es ausencia lo que esgrimen las alas
cuando parten, es la promesa de un deseo(...)

LA CASA ABIERTA (publicada en Corazones de Manzana y en La revista literaria La casa transparente, Islas en la Red, de Daniel Bellón)




La Casa Abierta
A mis padres y hermanos
por no cerrar nunca la casa

Amanece con los cerrojos rotos
desde dentro
desatornillados por los propios moradores
Crece ensanchada
desde el centro del mar
y en ella entran los atunes
y no se cierra el paso a los tiburones
Hasta ballenas y sirenas y calamares gigantes
vienen a dormir bajo su techo cielo
La casa es el hogar donde el aire respira
——
De niña tenía en cada árbol una casa
con mi hermano
y con él bajaba a las simas más profundas
en los banquetes de boda
Explorábamos la Amazonia
y viajábamos en globo
muy alto, muy alto
Por las noches un duende
despertaba en el cajón de juguetes
Recordamos.
De niña dormía en una habitación blanca
con una cama enorme
metida en una bolsa de basura
y una noche me picó una abeja en el culo
y murió
De niña tuve una hermana pequeña
que me enseñó a ser grande
a ser pequeña
a ser grande
a ser pequeña
Mi padre era nuestra ciudad alegre
Mi madre, los brazos abiertos
De niña mi hermana me hizo un regalo
construyó piedra a piedra los muros de una casa
hilera de ladrillos delimitando habitaciones sin dueño
una casa en la que tomar el té
con mi pandilla de los invisibles
Entonces, no entendí
Ahora es la casa en la que vivo

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